¿Cuándo se casa uno realmente?

Celi Ribeiro da Silva era empleada del Registro Civil de la ciudad de Recife en el Brasil. Ella había hallado una manera bastante fácil de ganar más dinero. Simplemente, cada vez que venía alguna pareja para casarse, Celi Ribeiro les cobraba la tasa correspondiente, pero no anotaba el documento en los libros.

Las parejas se iban felices a comenzar su vida matrimonial, pero la verdad era que no estaban legalmente casadas. Celi cometió esta estafa por espacio de tres años, hasta que al fin fue descubierta. En ese lapso de tiempo pasaron más de seiscientas parejas por las oficinas del Registro Civil que hicieron juramento y firmaron papeles, pero cada persona salió de allí tan soltera como cuando entró.

Una vez que las autoridades descubrieron el fraude, comenzaron a llamar a las parejas para que se presentaran y se casaran de nuevo.
Este incidente plantea de nuevo el problema de los casamientos. Muchos preguntan: «¿Cuál matrimonio vale más: el civil o el religioso? ¿Cómo debemos casarnos para quedar bien casados: sólo por la iglesia, o sólo por lo civil, o por ambos?»

Entonces, ¿cuándo se casa realmente una pareja? ¿Es cuando lo hace conforme Dios ordena y bendice? ¿O será como en el caso del que dijo: «Yo me casé con mi esposa desde el primer día en que la vi, porque me enamoré de ella al instante y decidí mantenerme fiel a ella desde ese mismo momento»?

El hombre de buenos sentimientos e integridad moral, que teme a Dios y busca hacer su voluntad, que honra a la mujer amada y desea formar con ella una familia con honor, se «casa» desde el primer momento en que brota de su corazón el amor y decide que esa es la mujer que Dios le ha dado. Porque el verdadero matrimonio se realiza cuando el hombre y la mujer se casan en el temor de Dios y en perfecto, puro y recíproco amor.
Es importante que se acaten los reglamentos religiosos y las leyes civiles. Pero donde no existen amor puro y fidelidad conyugal, aquello no es más que un contrato. El matrimonio puede ser la experiencia más preciosa de la vida si Cristo es de veras la cabeza del hogar.

Por el Hermano Pablo

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